sábado, 11 de septiembre de 2010

Mephistopheles y las garras del caos

momento.
(Del lat. momentum).
1. m. Porción de tiempo muy breve en relación con otra. Lo vi un momento esta tarde.
2. m. instante. Espera un momento.
3. m. Lapso de tiempo más o menos largo que se singulariza por cualquier circunstancia. Este fue el mejor momento de su vida. Aquella guerra civil fue el peor momento del siglo.
4. m. Oportunidad, ocasión propicia. En su carrera no le ha llegado todavía su momento.
5. m. Cualquier tiempo considerado como actual o presente. El momento internacional. Los poetas del momento.
6. m. Importancia, peso, trascendencia. Asuntos de gran momento.

    Cruzas la penumbra de calles viejas y apestadas y te adentras en otras más jóvenes, es decir, ruidosas y atestadas de esos agentes de la entropía a los que damos en llamar personas. Y piensas así porque no puedes evitarlo. Sientes el sarcasmo en la punta de la lengua, el odio carcomiéndote las entrañas y cuanto más lo sientes más profundamente disfrutas la titilante luz amarilla, la suciedad, la peste de los contenedores, la estúpida ignorancia de las gentes de la noche. Esquivas las personas como no puedes esquivarlas en otras situaciones, con asco, con verdadera repugnancia, sintiendo el repunte del gusto a superioridad, de inferioridad numérica. Cobras consciencia de tu papel. Son todos ellos contra ti, tú contra todos ellos. El Universo y tú. Cierras los ojos apenas un segundo y sigues avanzando. Llevas todo el camino golpeteando el mármol, el cemento, el ladrillo, la roca, la pintura, la escayola, el yeso, la pizarra, la madera y el metal de la parte de las fachadas que están justamente a la altura de tus nudillos. Tus nudillos conocen la textura de la ciudad, su extrema dureza... Qué puto asco de todo. Pero lo disfrutas, te intenta decir algo y lo disfrutas.

    Sales al balcón. Te quitas las gafas porque te impiden admirar la concreción, la nitidez de la realidad. Los chirriantes frenos de los coches que se suceden en amplia sucesión, el pausado devenir de las hojas de los árboles que guardan toda la avenida, el leve fulgor de los ladrillos de la fachada de un colegio, el lejano brillo de las luces en los bloques del otro lado de la calle. La temperatura ha bajado, los colores se vuelven más agresivos, las sensaciones, más agudas, las estrellas, siguen igual. Es interesante lo que uno puede aprender mirando la realidad desde un balcón. Es interesante lo poco que se aprende.

    Flores en el ático, Horizonte Final, Al final de la escalera, El último escalón y El Sexto Sentido protagonizaron el tiempo que los tres pasamos caminando entre la zona de marcha y su casa. Miedo, más o menos psicológico, que se introduce en algún punto de tu cerebro y desde allí emana sus negras energías que confundes con placer. La oscuridad llama a tu puerta. Pero no la verdadera oscuridad, la de las formas de un esqueleto asomando entre la piel tensa de un niño famélico y agonizante en la cuna de la humanidad, no la oscuridad que le susurra a un hombre "si no puede ser tuya, entonces no va a ser de nadie"... No, no esa oscuridad, sino su versión  'light', 'soft', su hermana menor, una mentirijilla, una máscara... La sangre, reseca, incrustada en los glifos de la superficie de un altar de sacrificios de piedra, la mirada vacía de un cráneo que te vigila desde una repisa, el eco de unas palabras infames, el retumbar cavernoso de los cánticos que abren la puerta a las disformes entidades de dimensiones sin nombre. En fin, esa oscuridad. Esa oscuridad hace mella en ti. Su elegancia, su absoluta e innegable capacidad para hacerte vibrar con su mezcla de miedo y admiración.
    Sientes florecer de nuevo ese curioso gusto por el silencioso retumbar del corazón de las tinieblas mientras los tres subís a un paso elevado, que hace sombra a las ya en sombra vías de hierro. Noche cerrada, como quien dice. Por el otro lado del puente sube y se acerca una buena muchacha. Muy buena, piensas y opinas. Colgantes plateados, indescifrables, abigarrados... escote de piel blanca como los hombros blancos como la cara blanca. Prendas negras como el abismo sobre la ciudad y como el pelo que cae al aire húmedo y caliente...

    El primer "momentum" es uno recurrente, que asocio a las noches de Jaén en que, a veces, me encontraba solo durante unos minutos durante los que me desenvolvía entre la gente, dando rienda suelta a mis extraños davaneos mentales. Tal vez una de esas noches saqué la lluvia de alabardas de mi cráneo.
    El segundo es muy simple. De vez en cuando salgo al balcón de este magnífico piso, miro afuera, me quedo ahí unos minutos y vuelvo adentro. Para construir metáforas y estrujarse el cerebro siempre hay tiempo.
    El tercero es de una curiosa noche de la temporada que pasamos Iñaki y yo en casa de Alchemyca y salimos con su bizarra gente.
    En fin, ahí os dejo eso. Me voy quedando poco a poco sin orgasmos cósmicos que desgranaros, pero no tengo problema en seguir buscando algunos nuevos...

    Quería desarrollar más el nombre de esta entrada, las garras del caos... Pero esperaré un poco y me permitiré el lujo de construir un relato corto que se pueda publicar en una sola entrada, en que intentaré mezclar todo mi universo metafórico y las entidades lovecraftianas y las aspiraciones de Álex para con ciertos proyectos...

1 comentario:

  1. Esta oportunidad para ser la nueva generación bohemia, mephistopholes. Estoy segura de que con algo más de entusiasmo volcado en el blog (a parte de tu indudable entusiasmo), este será el paso a la generación bohemia del 10 (o como llamen a esta época nuestros hijos inseminados).

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